EN EL GIMNASIO:
Una frente a otra las regaderas tenían una pequeña cortina para evitar que el agua saliera al pasillo, yo había terminado mi rutina de ejercicio y me terminé de bañar pero no pude evitar mirar al señor de la regadera de enfrente.
Dudé por unos instantes y luego me recosté sobre la pared del cuartito para mirarlo por la redija de la cortina. Era fuerte y velludo con algunas canas.
El hombre se dió cuenta de que lo miraba pero continuó con su regaderazo. Al saberse observado, comenzó a hacerlo en forma suave, rítmica, como jugando con el agua.
Estaba de espaldas a mí y cuando le tocó enjabonarse la parte delantera, dió un giro para que sus genitales estuvieran expuestos a mi mirada.
Yo no perdía detalle y mientras me acariciaba el vientre y el pecho, mi otra mano, jugueteaba con mis nalgas, acariciando la entrada de mi ano.
El señor alcanzó a mirar lo que yo hacía y empezó a enjabonarse el pene, una y otra vez, arriba y abajo, arriba y abajo, hasta que pasó lo que tenía que pasar. Era muy temprano y estábamos completamente solos.
-¿Quieres compartir la regadera? - me preguntó el hombre.
No le respondí pero me le fuí acercando. Me arrodillé frente a él y tomé su miembro, introduciendo la cabeza en mi boca. Lo chupé rápidamente hasta que sentí que había completado su erección, estaba durísimo...
Al verlo listo me levanté y me colgué con ambos brazos de la barra que sostiene la cortina. El hombre me rodeó con sus brazos y puso sus grandes manos en mis glúteos, levantándome suavemente.
Era muy fuerte y me levantó sin ningún problema, lo que me permitió alzar las piernas, las crucé a los lados de su espalda.
El hombre me fue bajando lentamente hasta que la punta de su gran miembro se acopló con la entrada de mi ano, en ese momento me penetró con violencia.
Me estremecí de placer al sentir la arremetida de su viril órgano dentro de mí. A partir de ahí nuestros movimientos se fueron dando sin pensar, eran automáticos.
El hombre me levantaba y me bajaba con sus poderosas manos, tomando mis nalgas, mientras que yo le ayudaba con los brazos y me apretaba fuertemente a él con las piernas enroscadas en su cuerpo.
Alcanzamos el clímax, me soltó y permaneció inmóvil, exhausto por el esfuerzo físico realizado, yo también estaba cansado.
Nos detuvimos un momento y yo contemplé los restos de semen escurriendo por nuestros cuerpos bajo la presión del agua, eran como barquitos en medio de un río tormentoso.
La coladera se tragó las evidencias de nuestro furtivo, febril y placentero encuentro.
Nos secamos y le dí un abrazo para sentir su velludo pecho sobre el mío, le dí las gracias por el delicioso momento que me hizo pasar.
Cuando el señor estaba por irse se me acercó al oído diciendo
-Mira, la regadera de mi casa siempre estará disponible para tí- y se marchó dejándome una pequeña tarjeta con su número de teléfono.
Dudé por unos instantes y luego me recosté sobre la pared del cuartito para mirarlo por la redija de la cortina. Era fuerte y velludo con algunas canas.
El hombre se dió cuenta de que lo miraba pero continuó con su regaderazo. Al saberse observado, comenzó a hacerlo en forma suave, rítmica, como jugando con el agua.
Estaba de espaldas a mí y cuando le tocó enjabonarse la parte delantera, dió un giro para que sus genitales estuvieran expuestos a mi mirada.
Yo no perdía detalle y mientras me acariciaba el vientre y el pecho, mi otra mano, jugueteaba con mis nalgas, acariciando la entrada de mi ano.
El señor alcanzó a mirar lo que yo hacía y empezó a enjabonarse el pene, una y otra vez, arriba y abajo, arriba y abajo, hasta que pasó lo que tenía que pasar. Era muy temprano y estábamos completamente solos.
-¿Quieres compartir la regadera? - me preguntó el hombre.
No le respondí pero me le fuí acercando. Me arrodillé frente a él y tomé su miembro, introduciendo la cabeza en mi boca. Lo chupé rápidamente hasta que sentí que había completado su erección, estaba durísimo...
Al verlo listo me levanté y me colgué con ambos brazos de la barra que sostiene la cortina. El hombre me rodeó con sus brazos y puso sus grandes manos en mis glúteos, levantándome suavemente.
Era muy fuerte y me levantó sin ningún problema, lo que me permitió alzar las piernas, las crucé a los lados de su espalda.
El hombre me fue bajando lentamente hasta que la punta de su gran miembro se acopló con la entrada de mi ano, en ese momento me penetró con violencia.
Me estremecí de placer al sentir la arremetida de su viril órgano dentro de mí. A partir de ahí nuestros movimientos se fueron dando sin pensar, eran automáticos.
El hombre me levantaba y me bajaba con sus poderosas manos, tomando mis nalgas, mientras que yo le ayudaba con los brazos y me apretaba fuertemente a él con las piernas enroscadas en su cuerpo.
Alcanzamos el clímax, me soltó y permaneció inmóvil, exhausto por el esfuerzo físico realizado, yo también estaba cansado.
Nos detuvimos un momento y yo contemplé los restos de semen escurriendo por nuestros cuerpos bajo la presión del agua, eran como barquitos en medio de un río tormentoso.
La coladera se tragó las evidencias de nuestro furtivo, febril y placentero encuentro.
Nos secamos y le dí un abrazo para sentir su velludo pecho sobre el mío, le dí las gracias por el delicioso momento que me hizo pasar.
Cuando el señor estaba por irse se me acercó al oído diciendo
-Mira, la regadera de mi casa siempre estará disponible para tí- y se marchó dejándome una pequeña tarjeta con su número de teléfono.
4 comentarios
arturo -
Selvio -
Cuéntame cuando esté lista la remodelación, aceptaré gustoso una invitación tuya Prometeuxxx amigo...
Prometeuxxx -
Chapultepec pronto volverá a ser nice[Sin ambulantes ni tortas de a peso]
Saludos Selvio
León -